Una de las cosas más hermosas que
he ido descubriendo y sigo descubriendo en la práctica meditativa y en la
vivencia del silencio es la perfecta armonía de la parte con el todo.
Cuando la quietud corporal y
mental van echando raíces aparece – como un inesperado regalo desde el silencio
– la totalidad que se expresa en el detalle.
Dicho de otra manera: en el
detalle siempre está presente la totalidad. El detalle a la vez, esconde,
expresa y revela la totalidad. Hoy en día también la ciencia lo está
confirmando.
Los maestros zen lo habían
descubierto siglos y siglos atrás y lo comunicaron con el famoso aforismo: “En un grano de arroz está el Universo entero”.
Es fascinante descubrir todo
esto. Es fascinante y fundamental para nuestra paz y estabilidad afectiva y
emocional. Cuando se descubre que en el más mínimo detalle está contenida y se
revela la totalidad, ¿qué mas hay que
buscar? ¿qué nos puede faltar?
Obvio: si no falta nada lo
tenemos todo de alguna manera y la paz se vuelve nuestra casa.
Los cristianos tenemos la gran
ventaja de la Eucaristía: en un
pedacito de pan está la Presencia plena y total del Cristo. Lamentablemente
hemos perdido el significado más hondo de la Eucaristía, transformándola a
menudo en rito estéril aislado de la vida real. Hemos perdido la conexión de la
parte con el Todo. Hemos perdido la Totalidad del Cristo que se expresa también en el pan eucarístico. Recuperar
la mística del detalle y el Universo nos hará recuperar el valor de la Eucaristía.
Les comparto mi experiencia con
la ciruela, tal vez puede ser más claro y puede iluminar su camino.
El año pasado planté en un
macetón afuera de mi cuarto un ciruelo. Lo cuidé mucho al ciruelo. Lo amé y lo
amo. Lo vi crecer, florecer. Lo podamos con papá. Lo curé. Inesperadamente dio
frutos: varias ciruelas. Tuvimos que sacarle algunas para que pudiera llevar a
maduración las mejores. Quedó con 5 ciruelas. Hay especialmente una que
disfruto: cada día veo como va madurando y controlo su estado de salud. Es “mi”
ciruela: no en el sentido de propiedad que acostumbramos a dar a los pronombres
personales. Terrible engaño de la necesaria gramática.
Es “mi” ciruela justamente porque
es el detalle que me abre al Todo, al Universo entero. Es “mi” ciruela
justamente porque no es mía, es simplemente – aquí y ahora – símbolo del
infinito.
Es fundamental encontrar el
detalle que en el instante presente te abra al Todo. Es fundamental encontrar
“tu” ciruela.
Cada cual tiene que encontrar la
suya.
La conciencia humana solo puede
focalizar una realidad a la vez. La paradoja consiste en que solo podemos
experimentar la totalidad focalizando un detalle. Un infalible experimento
puede convencer: en el momento que atendemos a nuestra respiración siendo
plenamente consciente de ella no podemos en el mismo momento ser conscientes de
otra cosa o pensar en algo.
Obviamente la vida nos regala
cada día, cada instante, infinidades de detalles: la única Vida se manifiesta
en infinitos detalles. Cada cual tiene que encontrar el suyo, el detalle que,
aquí y ahora, sea la puerta de entrada al Todo.
Entones ocurre el milagro. Lo
llamaría “el milagro de los milagros”: la ciruela se convierte en “mi” ciruela
y “mi” ciruela se convierte en el Universo entero.
“En una ciruela está el Universo entero”: realmente es así y vivir
esta experiencia es algo sumamente transformador.
Se cumple la paradoja: la ciruela
no deja de ser una simple y común ciruela pero al mismo tiempo es realmente –
aquí y ahora – símbolo y presencia del Infinito.
Tal vez surge la pregunta: ¿cómo
encontrar mi detalle?
En realidad no eres tu que
encuentras el detalle sino el detalle que te encuentra a ti. Lo esencial es
estar atento y crear vínculos de amor lo más desapegados posibles.
Deja la mente quieta y
silenciosa. Escucha, mira, atiende al momento presente. A menudo basta una
mirada, un olor, un sonido. Cualquier cosa puede ser “tu detalle”, “tu
ciruela”. Sigue tu intuición, confía. Ama lo que atrapó tu atención y déjalo
libre. Se te abrirá la puerta al infinito, aquí y ahora. Disfruta hasta que
dure y aprende. Después deja el detalle libre. Deja que la ciruela madure y se
coma. Aparecerá otro detalle, con su matiz, su vida propia, su enseñanza.
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