Celebramos hoy la fiesta de la
Santísima Trinidad.
¿Qué puede decirnos hoy esta fiesta? ¿Qué tiene que ver con
nuestra cotidianidad? ¿Qué aporte a la humanidad y a la humanización puede dar?
Son importantes estas preguntas.
Centrales, diría.
El texto de hoy nos da pistas
para responder acertadamente. Porque todo el evangelio, todo el mensaje de
Jesús hay que entenderlo desde y hacia estos versículos de Juan: la
salvación. Salvación que entendida
desde la visión profunda o mística de la realidad significa: plenitud. Vida plena: aquí y ahora.
Recordemos lo que siempre supimos
y olvidamos: “La gloria de Dios el que el
hombre viva”, decía Ireneo de Lyon en el año 200.
El evangelio nos es regalado
simple y llanamente para hacernos más humanos, más plenos, más felices, más
amantes.
Jesús vino a revelarnos lo que
siempre fue, es y será. Lo que siempre fuimos, somos y seremos: vida y amor.
Por eso el evangelio es profundamente
liberador. Nos libera de las ataduras de nuestras mentes y nuestra visión
fragmentada de la realidad. Nos libera de dogmas y miedos. Nos libera del
egoísmo y de la sensación de falta.
Los dogmas cristianos – hoy
recordamos el trinitario – hay que entenderlo de esa manera. Sino en lugar de
liberar nos esclavizan aún más.
Un dogma es un “dedo que apunta a
la luna”. No es la verdad, sino
indica un camino, vislumbra una pista, propone un sentido.
Perdimos mucho tiempo en
disquisiciones teológicas para intentar comprender lo que no se puede
comprender y en la práctica de la vida cristiana a menudo convertimos lo Uno en
tres dioses: Padre, Hijo y Espíritu. Se puede hacer teología sin duda y hasta
es necesario y creativo: pero después de la vida, a servicio de la vida y para
la vida.
El Misterio de la Trinidad dice
en términos cristianos lo esencial de la realidad:
1)
Relación.
La realidad es relacional. Todo es y está en relación. “No se puede zarandear una flor sin perturbar una estrella” decía el
poeta inglés Francis Thompson. Tus más escondidos sentimientos y pensamientos
tienen que ver con el universo entero y dan forma a este mismo universo.
2)
Unidad y distinción.
La realidad es profundamente Una en su eterno movimiento de dar y recibir: el
amor. El manto sin costura del Universo se manifiesta en infinitas formas
manteniendo la perfecta unidad. Como afirma Enrique Martinez: “Hablar de la Trinidad significa reconocer la
Realidad amorosa – Dios es amor – en su eterno movimiento de darse (Padre) y
recibirse (Hijo), gracias al dinamismo interno (Espíritu) que lo posibilita.”
¿Cómo vivir entonces la Trinidad
en nuestra cotidianidad?
Dando y recibiendo. Recibiendo y
dando. Viviendo desde mi centro siempre en paz y siempre estable, el movimiento
del amor.
Desde la quietud maravillosa
participo conscientemente de la danza de la vida.
Desde el Silencio eterno que soy
haciendo de mi existencia poesía.
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