Somos
Silencio y sus melodías
Amigo lector: te pido que leas
este texto con calma y desde la calma. Así como fue escrito. Si ahora estás
apurado, déjalo para después. Antes de leer respira conscientemente un par de
veces, palpa la quietud profunda de tu ser y despierta tu capacidad de
atención. Ahora si. Buena lectura, buena experiencia.
Somos silencio expresándose por
un instante en notas y melodías. El mundo y sus infinitas formas nacen a cada
instante desde el océano silencioso del Ser y mueren en este océano. El
silencio es estable, pacifico, calmo. Por eso otra hermosa palabra para
expresar el misterio que somos es: calma. Podemos vivir desde el silencio y la
calma o podemos vivir desde las notas y las melodías. El mundo quiere disfrutar
de la música sin silencio. Quiere notas sin calma. Solo disfrutaremos
verdaderamente de la música de nuestras existencias si nos enraizamos en el
eterno silencio. Seremos entonces libres. Verdaderamente libres. La música
fluirá por sí sola, sanando y alentando. Consolando y bendiciendo. Vivirse exclusivamente
desde las notas es desconocer el espacio blanco donde estas se escriben: es
desconocer el Ser y las leyes de la Vida. Vivirse desde notas y melodías es
entrar en la vorágine del movimiento sin sentido, sin eje. Es vivir comparando
melodías y buscando inútilmente notas mejores. No hay notas mejores. No hay
mejores o peores melodías: esto te lo revela solo el silencio.
No hay que temerle al silencio.
El silencio es tu casa. Es nuestra casa. El hogar del mundo. Entrar en el
silencio es volver al calor del hogar. Al orden universal.
Vivirse desde el Silencio no
tiene nada que ver con aburrimiento o pasividad. Tiene que ver con la verdadera
y única creatividad. Solo el silencio es creativo. Solo el silencio engendra
notas y melodías dignas de ser escuchadas. Solo el silencio produce sonidos que
curan.
Nacimos del silencio y morimos en
el silencio, sin dejar de ser. Porque somos silencio.
Tremenda y maravillosa paradoja.
La nota que somos – y la melodía que resuena en nuestro vivir – solo encuentra
su unicidad y originalidad desde el silencio.
Por eso solo el silencio es
creativo. Tu unicidad surge desde ahí, no desde la mente. La mente es
tremendamente repetitiva y aburrida. La mente solo puede llegar a conocer las
reglas musicales y aplicarlas. La creación surge donde nace el ser. Y el Ser se
expresa surgiendo del silencio: donde el mismo y único amor toma forma y color.
Hay que ir justo ahí: donde ahora está surgiendo la nota. Hay que vivir ahí: en
este continuo surgir. Esto es ser fiel a uno mismo. Y esto es auténtica
creación. Esta es la paz única y verdadera. La calma eterna, que también
podemos llamar “Dios”, si esta
palabra no fuera tan abusada y mal usada. El Silencio es el espacio infinito
donde cada nota puede expresarse y es el mismo silencio que crea y acompaña a
la nota. Por eso tu nota y tu melodía no son tuyas y no eres tu: es silencio
que se expresa, es vida que en ti y por ti fluye. Milagro repetido una y mil
veces.
La sociedad, la política y
también la iglesia muy a menudo no conocen la auténtica originalidad. Viven de
la uniformidad y crean uniformidad. Al poder constituido le encanta la
uniformidad y a los seres humanos nos encanta el poder. Circulo vicioso que
reprime la creación silenciosa. La autoridad de cualquier género – político,
social religioso – se centra únicamente en las notas y melodías y quiere crear
sinfonías a partir de sus partiduras. Solo conoce sus pocas notas y mira con
desconfianza a nuevas melodías. Y así se repiten una y otras veces las misma
melodías y quien se atreve desde el silencio a expresar cosas nuevas es
marginado, exiliado y tachado de individualista y hereje. La autoridad humana
no conoce la belleza de la originalidad porque no conoce el Silencio o, por lo
menos, lo dejó en un profundo olvido. No conoce la única plenitud posible en
esta tierra: la felicidad de la fidelidad a uno mismo. Una fidelidad que –
sobra decirlo – no puede ser capricho. Es la fidelidad que el Silencio está
engendrando e intenta humildemente expresar. Volver al Silencio es entonces la
clave. La clave para salir de una uniformidad que – esa si – genera un pésimo
individualismo. El individualismo de la nota que se cree única y mejor. La uniformidad y el individualismo característicos – enorme paradoja – de los dos
grandes sistemas políticos perversos: comunismo y capitalismo, con sus
múltiples disfraces. Y me parece tragicómico que justamente el sistema
neo-liberal que tanto propugna la libertad personal termine engendrando
individuos uniformes en sus actitudes:
apurados, estresados, competidores, consumistas, insatisfechos.
Uniformidad
e individualismo que también puede
generar y alimentar una iglesia dogmática y moralista.
Volver al Silencio es la clave
para reencontrarse en la verdadera armonía y unidad: unidad que no reprime,
sino permite la expresión original y la fidelidad a uno mismo.
Ahí surge la sinfonía divina y la
perfecta armonía.
Enraizada en el Silencio nuestra
existencia no puede que volverse poesía. Profundamente libres podemos dejar que
el silencio se exprese en armonías infinitas y siempre nuevas. Podremos cantar,
danzar, gritar, correr. Podremos hacer el amor y dejar de hacerlo. Podremos
pintar soles por todos lados. Podremos dibujar sonrisas y construir puentes. Podremos
tener nuestras creencias y dejar de tenerlas. Nos enamoraremos de Jesús, del
Buda, de Lao Tse, de un gurú de la India: da igual. Lo fundamental será vivir
enamorados. Podremos plantar arboles, cuidar flores, escuchar el canto de los
pájaros. Podremos escribir poesía y cocinar con esmero para quienes amamos. No
conoceremos el aburrimiento que tanto azota a nuestro tiempo. El silencio nos
enseñará cada cosa y en todo nos acompañará. Aprenderemos a vivir sin apegos, a
dejar que todo vuelva a casa una vez cumplida su función. Dejaremos que la nota
desaparezca feliz en su mar silencioso. Desde el silencio será por fin lo que
tanto anhelamos: vida plena. Calma y quietud sumamente amantes y creativas.
Será ausencia de conflictos.
Conflictos internos con uno mismo: emociones y pensamientos negativos, división
interna. Conflictos externos: relaciones tóxicas o insanas, celos, envidias.
Porque los conflictos que tantos sufrimientos nos provocan se nutren de la
ausencia de silencio. Toman su energía desde las notas y las melodías. La conflictualidad
que duele y deshumaniza se alimenta de la creencia que somos notas y melodías.
Desde ahí a la comparación y a la búsqueda de sobresalir el paso es breve. Notas
y melodías simple y extraordinariamente fluyen por el silencio eterno, como la
sangre por las venas. Intentar detener sangre y notas conduciría a la muerte.
Notas y melodía no existirían sin el abrazo del Silencio: eso somos, no
aquellas.
Enraizados en el Silencio
sanaremos también la angustiosa sensación de carencia y necesidad. Si somos
silencio eterno ¿acaso puede faltar algo? ¿Falta algo a la inmensidad y ternura
del Silencio?
El Silencio nos abraza, nos
envuelve, nos sostiene. No hay que buscar el amor, hay que escuchar el
silencio. Entonces todo vuelve a su cauce, al orden perfecto y universal.
Hechos silencio disfrutaremos del fluir de cada nota y de cada melodía.
Disfrutaremos también de algunas notas desafinadas y de melodías tristes y
melancólicas. También ellas parte de la vida y parte de la música.
Y todo regresará obediente al
océano silencioso del Ser.
Para ese Silencio vivo y desde
Él. Este Silencio anuncio y en este Silencio muero y resucito.
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