Domingo de Ramos: Jesús entra en
Jerusalén y nosotros entramos en la Semana Santa. El tiempo de cuaresma que se
termina tendría que habernos preparado para vivir estos días con intensidad: si
así no fuera siempre estamos a tiempo. Basta un “si” total y entregado en este
momento.
La Semana Santa puede ser un tiempo
especial de renovación y de encuentro con el Cristo Viviente, con el Dios de la
Vida y la Vida que es Dios.
Una hermosa invitación para entrar en
esta semana y vivirla en plenitud nos viene del evangelio que escucharemos hoy
en las celebraciones.
Como siempre la iglesia en este domingo
nos hace leer todo el relato de la Pasión de Jesús: este año en la versión de
Marcos.
Subrayo dos pistas para nuestra
reflexión:
1) El
proceso y la condena del Maestro.
El proceso y la condena de Jesús son una
farsa. Es toda una maquinaria inventada para sacar del medio a alguien incomodo,
alguien que vive en la Verdad y la dice.
En la raíz del proceso de Jesús hay
envidia, hipocresía, deseo de poder, fanatismo religioso y político.
Realidades muy conocidas por nuestro
mundo y – muchas veces – por nuestra justicia. En el proceso y la condena de
Jesús podemos ver todas las injusticias que se siguen haciendo en nuestras
sociedades. Atrás de cada injusticia y opresión podemos fácilmente reconocer el
ego humano con todos sus miedos y sus
deseos.
No habrá verdadera justicia sin
trascender el ego. Como dice John Price: “Hasta
que no trasciendes el ego, no podrás sino contribuir a la locura del mundo.”
Nuestra urgente tarea es entonces
trascender el ego: eso depende de mi, depende de nosotros.
¿Cómo
aportar desde nuestra pequeñez y pobreza a un mundo más justo y fraterno?
El camino más directo y seguro es
trascender el ego. Como hizo Jesús y como nos invitó a hacer, con sus palabras
y gestos.
¿Qué
significa trascender el ego? ¿Cómo hacerlo?
No es cuestión de voluntad ni de
esfuerzo. Con la voluntad y el esfuerzo, aunque estén orientados al amor, será
siempre el ego a actuar y – echado por la puerta – entrará por la ventana: “yo lo hice”, “yo crecí”, “yo mejoré”, “yo sé”… con lo que sigue, obviamente: “el otro no lo hace como yo”, “el otro no crece”, “el otro no quiere mejorar”, “el
otro no sabe”.
Trascender el ego es cuestión de visión,
de nivel de conciencia. Es el aprendizaje momento a momento de vernos y ver la
realidad desde más allá de la mente: observando – tomando conciencia – de los
pensamientos y las emociones nos situamos instantáneamente más allá del ego y
nos damos cuenta de nuestra verdadera identidad. Somos Eso – Amor, Vida, Paz –
que está observando. Somos la Conciencia donde todo está aconteciendo y no lo
que acontece.
Desde este nivel de conciencia – don y
tarea – surge una nueva visión: no hay culpa, hay inconciencia. No hay pecado,
hay irresponsabilidad. En todo y en todos descubrimos el Amor que somos y desde
ahí podemos vivir en el amor con profunda libertad.
Nuestra tarea es ejercitarnos en la
práctica diaria de esta visión y el don vendrá en el momento adecuado.
2) El
silencio.
En el proceso de Jesús asombra su
actitud: silencio. El silencio de Jesús es como un macizo que cae sobre sus
jueces. El silencio de Jesús es su fuerza y su fundamento. Sus palabras
contadas surgen del silencio y regresan al silencio.
La Verdad no necesita palabras ni
defensa.
Cuanto lejos estamos: nuestro mundo
enfermo abusa continuamente del don de la palabra. Creemos que las palabras
llevarán a la justicia. Nos defendemos los unos de los otros a fuerza de
palabras, conceptos, opiniones, juicios, apelaciones. Y todo sigue más o menos
igual… a menudo peor: quedan rencores, odios, separaciones.
Jesús nos muestra y enseña la vía del silencio.
El silencio nunca falla y a menudo es el grito más fuerte contra las
injusticias y la opresión. A veces será necesario hablar: pero nuestro hablar
será efectivo si surgirá límpido del silencio. Y será entonces un hablar
sereno, corto, pacifico.
El silencio siempre lleva a la Verdad y
a la Resurrección.
Caminemos entonces desde el silencio en
esta Semana Santa. Regalémonos tiempos concretos de silencio y de meditación.
Estemos atentos a nuestras palabras y
antes de hablar conectemos con el silencio que somos y que vive en nuestro ser
más profundo.
Tu mundo, el mundo, cambiará. Te lo
aseguro.
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