El evangelio de hoy nos presenta a Jesús
como fuente de vida. Lo que Jesús “toca” vive.
Este es el mensaje central de nuestra fe
cristiana: nuestro Dios es vida, vida plena, vida para todos. Jesús vino a
revelarnos este rostro de Dios.
Dios es Vida y la Vida es Dios: podemos
tranquilamente hacer esta equivalencia.
El acontecimiento de Naim está lleno de
detalles hermosos en los cuales Lucas intenta transmitirnos esta imagen de
Jesús Vida.
No hay que quedarse en la búsqueda
compulsiva de una historicidad que nunca podremos verificar con certeza. Hay
que dejarse penetrar por el evangelio más allá del texto escrito y dejar que
nos comunique toda su vida y sabiduría para nuestra vida hoy, aquí y ahora.
Hay muchos otros relatos de
resurrecciones, sea de Lucas sea de otros autores anteriores y contemporáneos
del evangelista. El ser humano tiene un anhelo invencible e indestructible de
vida: en este anhelo muchos rastrean el llamado escondido y delicado de Dios.
También podríamos identificar este anhelo de vida como la misma Presencia de
Dios en nosotros. ¡Fantástico!
Disfrutemos de unos detalles del texto:
La mujer viuda pierde también a su hijo
único: imagen de la total soledad y desolación. Más allá de que la mujer queda
totalmente desamparada, su corazón está
roto. No puede haber muerte más terrible que la soledad del corazón. ¿Cuántos
seres humanos viven hoy este experiencia?
Jesús nota esta mujer. Jesús está atento,
siempre atento. Especialmente al dolor humano. Y se conmueve. La compasión es
uno de los rasgos más tiernos del amor. La compasión es la manera divina de
amar: un amor que se hace pequeño con el que sufre, un amor que sabe comprender
el dolor del otro.
La compasión va de la mano de la
comprensión: esto es fundamental. Si no comprendo el dolor del otro no podrá
brotar la compasión. Jesús comprende el dolor de esta mujer, experimenta en su
corazón el mismo dolor de la mujer. Por eso brota la compasión y por eso brota
la vida. La compasión siempre devuelve la vida.
Es importante detenernos en nuestra vida
para comprender al otro, comprender su dolor hasta el fondo: solo así lo
podremos amar correctamente, solo así le podremos devolver la vida.
Jesús toca el muerto: la compasión no le
tiene miedo a la muerte. La compasión sabe que todo es vida y que la vida
siempre tiene la última palabra. Por eso
las palabras fuertes y clara del Maestro: “te
lo ordeno, levántate”.
El amor no tiene miedo: amor y temor son
incompatibles. Solo el amor nos da seguridad y autoridad. Quien vive desde el
amor y en el amor aprende a manejar las distintas muertes de la vida con
serenidad y paz, porque sabe que la muerte es otra manifestación de lo Uno y
único: la Vida. Dios.
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