¡Queridos amigos y seguidores de El
agujero en la flauta!
¡Paz y alegría a su ser!
Hace pocos días terminamos la tarjeta de
invitación para la presentación de mi segundo libro y por eso en la reflexión
de hoy quiero compartirles algo del camino que me llevó a escribir “Compasión y
plenitud. La mirada transformará el mundo”.
Amo el silencio y amo escribir: parece
contradictorio, pero es una expresión más de lo paradójico del ser humano. La paradoja
nos constituye esencialmente y aprender a vivirla y manejarla nos hace más
tolerantes y más sabios. Y sobretodo nos brinda una enorme y hermosa paz. Paz que supera
todo lo que podemos imaginar, como también afirma Pablo en la carta a los
filipenses (4,7).
Amo el silencio y, en realidad, las
palabras que escribo salen de ahí. Hay una prioridad existencial y lógica del
silencio sobre la palabra. El silencio viene antes y existe antes: palabras de
vida solo brotan desde ahí.
Por eso hay que estar atentos, sumamente
atentos. Tuve que estar atento, atento a la intuición que brota del silencio en
cualquier momento, momento esperado o inesperado.
Así se gestó "Compasión y plenitud": así
vio la luz. No fue un trabajo racional, aunque obviamente tuve que recurrir a
la razón para dar forma a la intuición.
Eso me pareció y me parece clave: usar
con docilidad la razón para dar forma al silencio, a lo intuitivo, a la
inspiración. Acto creativo, propio de Dios. Y “Dios nos creó creadores” dijo
una vez el filósofo francés Henri Bergson.
Eso es para mi escribir. Solo así tiene
sentido, solo así es verdaderamente experiencia de Dios. Solo así es camino de humanización y plenitud.
Todo esto lo podría también expresar de
esa manera: el libro se escribió solo. Simplemente intenté ser cauce. Y
justamente la imagen del cauce abre la obra y la acompaña en su largo
recorrido. Como primaveral mariposa.
“Compasión y plenitud” intenta expresar
una intuición espiritual que me es regalada constantemente y que alimenta mi
vida: solo existe el Amor que se expresa en infinidades de formas. Vivir es al
arte de dejar ser al Amor: quitarse del medio para que el Amor se exprese
plenamente en mí, en tí, en cada uno y cada cosa. Ser cauce. Y en el fondo ser
cauce es aprender a no-ser para que solo el Amor sea. Paradoja otra vez.
Así que por un lado solo el silencio es
digno de ser dicho y por el otro la palabra que dice el silencio hay que
decirla. Se vive entre amores, se vive entre luces. El momento elegirá.
Escribir es entonces como parir: cada
palabra nace del silencio y cuando una palabra rompe el silencio y está dicha,
el dolor inevitable del parto es absorbido por la luz de una nueva vida.
Muerte y resurrección: el Misterio
central del cristianismo, la Pascua, se revela en todo. Todo está configurado
de manera pascual y el escribir no podía escaparse a esta ley de carne y sangre.
Muere el silencio por un instante y brota
la palabra. Muere la palabra cuando es comprendida correctamente y vuelve al
silencio.
"Compasión y plenitud" intenta expresar
eso: la vida es amor que va y viene. Vacío y plenitud. Esa es su belleza
infinita: una belleza tan bella que solo el silencio sabe expresar.
De ahí surge la mirada nueva, mirada que
sugiero a mis lectores. Una mirada amante que solo y sencillamente intenta
descubrir la Casa común donde desde siempre habitamos, todos y sin
distinciones: pobres y ricos, santos y pecadores, cristianos, ateos, budistas,
hinduistas, musulmanes, opresores y oprimidos, libres y presos, alegres y
tristes, famosos y anónimos.
Estamos en Casa, siempre lo estuvimos.
Todos. Podemos disfrutar con total libertad. Es la única Casa, la Casa del
amor, la Casa de la Paz, la Casa del alegría.
Estamos en Casa: así termina "Compasión y
plenitud". Así empieza este instante.
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