¿Cuál es la decisión correcta? ¿Qué tengo que hacer? Preguntas que
nos acechan sobretodo en momentos importantes de la vida. Preguntas que también
nos acompañan cada día, a menudo de manera inconsciente. Todos los días tomamos
decisiones, por insignificantes que nos parezcan: me levanto a la tal hora,
como determinados alimentos, salgo a visitar a un amigo o me quedo en el
Facebook, decido hacer esto o aquello.
¿Cuál es la decisión correcta?
La respuesta es tan simple y maravillosa que sorprende. La
decisión correcta es la que acabas de tomar. En este momento tu decisión
correcta es la de leer esta reflexión.
¿Qué significa todo esto? Igualmente de simple y maravilloso: ¡siempre
tomamos la decisión correcta!
Cuando descubrí esto tuve una pequeña o grande iluminación. Y una
gran paz y alegría me inundaron. No termino de dar gracias y sorprenderme.
Intento profundizar y dar pistas para que la mente se abra a la
comprensión. Deja por un momento atrás tus juicios mentales o prejuicios. Simplemente
ábrete.
La Verdad, Dios, el Amor… llamémoslo como queramos, se manifiesta
en lo
que es. Lo que es… es lo que es. La vida es siempre lo que es en el
momento presente. Dicho de otra forma: Dios se manifiesta plenamente en la
realidad así como es en este momento.
Lo que ocurre es lo que es, aquí y ahora, así de simple. Lo que
está presente ahora es la Presencia. Y esta Presencia se manifiesta en tu vida
en este preciso instante: tu realidad de este instante – interna y externa – es
plena manifestación de Dios. Lo demás – lo que tal vez está pasando por tu
mente – son fantasías, que poco o nada tienen que ver con la realidad.
La realidad, la única Verdad real (no mental o ideológica), es
siempre lo que está ocurriendo aquí y ahora. Lo único que hay.
Para descubrir esta gran y única Verdad cada cual tiene su camino.
Camino por cierto misterioso, camino que pasa por nuestra historia de vida,
nuestra cultura, educación, formación, heridas afectivas, etcétera.
Volvamos a la decisión correcta.
La decisión que tomo en este momento genera una realidad en mi
vida; realidad que, lo hemos visto, es Presencia plena de Dios, realidad que es
lo único que hay. Con mis decisiones estoy generando lo que necesito para darme
cuenta de eso y, ya que esta Presencia es Una, estoy generando también la
realidad Una para que la humanidad entera y todo el cosmos tome conciencia de
esta Plenitud.
Mi nivel de conciencia me llevará a tomar decisiones – desde las
“insignificantes” a las trascendentes – que son exactamente las que crean la
realidad que necesito, aquí y ahora (y que el cosmos entero necesita) para
crecer, para comprender. Fundamentalmente crecer en la conciencia del Amor que
somos. Somos el Amor y no lo sabemos: lo que te está ocurriendo ahora – fruto
de tus decisiones y de las decisiones de todos – es justamente lo que necesitas
ahora para darte cuenta de ello.
Esto no significa que todas las decisiones son iguales o que no
haya moralidad. Hay diferencia objetivas en las decisiones si, pero antes de haberlas tomadas. Después que
la tomamos es la decisión correcta, sin duda alguna. Por eso es fundamental el discernimiento.
Posiblemente alguno estará pensando: ¿y si una decisión me lleva a
sufrir o hacer sufrir a alguien? (cosa que pasa constantemente, entre
paréntesis…)
Respuesta: el sufrimiento que generaste, para ti mismo y para
otro, es exactamente lo que están necesitando para crecer. Lo que tú estás
necesitando y lo que el Universo entero está necesitando. Y se aprende. Este es
el verdadero aprendizaje que la Vida, tremendamente compasiva, te ofrece.
Una maravillosa locura. Lo sé. Fantástica pedagogía de Dios que,
por un lado, tiene todo a salvo y por el otro nos invita a crecer,
posibilitando así la creatividad del amor.
Todo esto, creo que se percataron, invita a un profundísimo discernimiento, sobre todo en decisiones
trascendentes que pueden afectar a mi y mi entorno más directo (siempre afectan
también al Universo entero ya que en el fondo somos Uno).
Discernimiento que no tiene por qué obstruir la espontaneidad.
Pueden ir de la mano. La espontaneidad subraya que las decisiones más sabias y
acordes a nuestro auténtico ser no brotan de nuestra racionalidad, sino de una
capacidad intuitiva que se entrena en el silencio.
Esto si: después que tomé la decisión, es sin duda la decisión
correcta, la que engendra lo que necesito y el mundo necesita para su
despertar.
Que lo sepas o no, que lo aceptes o no, siempre tomaste la decisión
correcta. ¿No te llena de una inmensa paz saber esto?
Buen camino entonces. Caminos maravillosos. Si leíste esta
reflexión…
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