Hoy primer día del año celebramos la
fiesta de Santa María Madre de Dios.
¿Qué día mejor para presentarles la Virgen
del Silencio?
La Virgen del Silencio nace de las
largas horas de meditación silenciosa, solo y en grupo. Nace del amor a María y
a cada mujer y madre.
Nace de mi alma y del pincel fiel de mi
amiga Elizabeth.
Elizabeth, pintora salvadoreña fue mis
manos en la creación de la Virgen del Silencio. Mi incapacidad como pintor
encontró en Elizabeth una fiel escucha de mi corazón y el don exacto y
maravilloso para dar forma a lo que mi alma veía.
Otro testimonio más de la unidad, por si
era necesario. Todo florece en el jardín del amor cuando entregamos nuestros
dones particulares y originales.
¡Gracias Elizabeth!
La Virgen del Silencio los acompañe en
este año. Acompañe a los amantes del silencio y los meditadores y también a los
que andan perdidos en el ruido y a los que buscan la paz.
Los invito a contemplar la imagen y
dejarse mirar, amar, cuestionar, preguntar.
Pronto tendré estampitas para compartir
con los que quieran.
Qué este año sea un año donde cada cual
pueda encontrar todos los días un espacio de silencio. Que cada día nos podamos
detener unos minutos frente a esta imagen para dejarnos empapar por el silencio
de la Virgen y su misma invitación al silencio. Sin silencio no hay paz, sin
silencio no hay amor.
Dejémonos enamorar por el silencio y
entramos en sus fecundos y brillantes caminos.
La Virgen del Silencio está con cada
uno. Silenciosamente.
Explicación de la imagen
La postura del loto de la Virgen
indica una actitud meditativa (Lc 2, 19). Actitud meditativa que une a todas
las tradiciones místicas de la humanidad. La Virgen del Silencio une, no
divide. En el silencio todos nos encontramos.
En la maternidad silenciosa de la
Virgen toda la humanidad se encuentra: todos se pueden sentir acogidos y
respetados.
La mano izquierda sobre el corazón
expresa todo el amor de una madre, la bondad y la ternura. En el corazón de una
madre siempre hay lugar para el perdón y la escucha.
La mano derecha con el dedo índice
tapando la boca: es el gesto típico del silencio. la Virgen nos invita al
silencio, a la escucha, a la interioridad. No es posible engendrar al Cristo
sin silencio. El dedo que se usa para acusar es el mismo que nos invita a
callar y a mirar dentro de nosotros antes de juzgar a los demás (Mt 7, 3).
Se nota que está embarazada. El
silencio no es infecundo, al revés es fuente de suma fecundidad: se engendra a
Dios.
El Espíritu solo puede fecundar un
corazón abierto, humilde, silencioso.
El silencio es apertura, escucha,
disponibilidad. Por esa la Virgen es fecunda y ahí encontramos la raíz de
nuestra fecundidad.
Los ojos grandes: el silencio lleva a
la visión. La Virgen ve lo que los demás no ven. Ver es comprender. Y solo
desde la comprensión podemos amar. No hay amor sin comprensión. En consecuencia
no hay amor sin silencio.
Los colores
El rojo del vestido indica la
divinidad: nuestra esencia es divina. El lugar más íntimo y profundo de nuestro
ser es divino, eterno, inmaculado.
El manto azul indica la humanidad: la
Virgen es humana, como nosotros. Dios se hace carne y se manifiesta en la
humanidad. Nuestra humanidad es, al mismo tiempo, revelación de Dios y camino
hacia Dios.
El velo amarillo expresa la luz. El
velo cubre la cabeza y baja hasta tierra. El silencio lleva a la claridad
mental, a la lucidez. La claridad y la quietud mental se reflejan en todo el
cuerpo: en nuestro hablar, escuchar y sentir.
La mariposa en la rodilla izquierda
expresa el misterio del crecimiento y la transformación: el silencio
transforma. El silencio nos va humanizando y divinizando.
En el fondo las montañas. La montaña
desde siempre es símbolo de la ascesis cristiana. Crecer supone entrega y
dolor. No se sube una montaña sin esfuerzo. No se crece sin dolor. El silencio
exige entrega, perseverancia, combate.
La luna llena hace juego con la
aureola de la Virgen. La luna no brilla de luz propia: refleja la luz del sol.
Como la Virgen estamos llamados a ser reflejos del Amor. La luna también es
símbolo de la iglesia que no brilla de luz propia sino que refleja a Cristo.
El silencio es el camino más directo
para aprender a manejar nuestro ego y volvernos puro reflejo de Cristo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario