Hace poco tiempo descubrí una linda canción: Alas del grupo español eXIT.
Les comparto el texto de la canción:
Hoy
voy a soñar de nuevo
con
mis alas de papel
y
mis ganas de volar.
Hoy
reviviré mi sueño.
Lo
que importa es esperar
a
que sople el viento a favor.
Hoy
voy a volar
con
mis alas de papel.
Tengo
que esperar
a
que sople el viento a favor.
Hoy
voy a soñar despierto.
Necesito
respirar
y
dejarlo todo atrás.
Hoy
conseguiré mi sueño.
Lo
que importa es esperar
a
que sople el viento a favor.
Hoy
voy a volar
con
mis alas de papel.
Tengo
que esperar
a
que sople el viento a favor.
Me gustó mucho la letra de la canción. Un
texto que se podría usar para un retiro espiritual o un momento personal de
oración.
Especialmente me llegaron dos aspectos que
quiero compartir con ustedes.
En primer lugar “mis alas de papel”.
El deseo de volar del ser humano es
siempre grande, en todos los sentidos.
Esencialmente podemos tomar lo simbólico
del volar como un anhelo de libertad y vida plena.
¿Quién no desea ser verdaderamente libre y
vivir en plenitud?
Hablamos de la libertad esencial: la de
amar y de ser uno mismo. No de la libertad relativa de elegir esto o aquello
que está siempre condicionada por el inconsciente y la heridas emocionales.
Este deseo de volar chocha muy
tempranamente con la fragilidad. Somos frágiles. Tenemos alas de papel. Alas que no aguantan el vuelo. Caemos y fracasamos.
Una y otra vez.
Lo interesante – tremenda la pedagogía
divina – es que la Vida no nos regala alas más fuertes.
La Vida – las quebraduras y los raspones –
nos enseña a volar con nuestras alas de
papel.
La fragilidad es patrimonio humano.
Bendito patrimonio que nos enseña el amor y nos empuja a mirar a lo eterno: el
vuelo. Vuela y vuela. Vuela con sabiduría: me vino a la memoria el mito griego
de Ícaro que con las alas pegadas con cera que su padre Dédalo le había hecho
se acercó demasiado al sol. El sol derritió la cera e Ícaro murió.
La libertad y la plenitud anhelada no nos
tienen que hacer olvidar nuestra esencial fragilidad. Los más experimentados
místicos y maestros no perdieron conciencia de sus alas de papel.
Dicho de otra manera: volar con los pies
en la tierra.
La experiencia de Dios es siempre
experiencia del Misterio, de una Luz inaccesible: ¡cuidado a mirar demasiado de
cerca! ¡Ojito a la presunción que está siempre al acecho!
Es la experiencia mística de Moisés:
“Moisés
dijo: “Por favor, muéstrame tu gloria”. El Señor le respondió: “Yo haré pasar
junto a ti toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor,
porque yo concedo mi favor a quien quiero concederlo y me compadezco de quien
quiero compadecerme. Pero tú no puedes ver mi rostro, añadió, porque ningún
hombre puede verme y seguir viviendo”. Luego el Señor le dijo: “Aquí a mi lado
tienes un lugar. Tu estarás de pie sobre la roca, y cuando pase mi gloria, yo
te pondré en la hendidura de la roca y te cubriré con mi mano hasta que haya
pasado. Después retiraré mi mano y tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver
mi rostro”.” (Éxodo 33, 18-23).
En segundo lugar: “el viento a favor”.
Como las aves podemos estar atentos a las
corrientes favorables para emprender algún vuelo particular. Se dan situaciones
en la vida concreta donde surge una posibilidad, una oportunidad. No hay que
desperdiciarla. Es oportunidad de crecimiento y de comprensión.
Esperar pacientemente a que el viento sople
a favor. Estar atento, abierto, disponible. Las cosas se dan a su tiempo. Y las
que no se dan también. La paciencia nos enseña la atención y el respeto de los
tiempos. La maduración de un fruto no es cuestión de violencia. Es cuestión de
paciencia y respeto por las leyes naturales. Y es cuestión de cuidado y de
mirada.
Jesús había dicho: “El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene ni adónde va” (Jn 3, 8). Hay que estar atento, estudiar las
corrientes, investigar, esperar.
Todo esto no excluye la otra parte:
siempre el viento sopla a favor. También cuando no hay viento o cuando nos
parece contrario.
Todo conspira para tu plenitud, para tu
libertad, para tu vuelo.
Estate atento y abierto: siempre sopla el
viento a favor. Aunque no haya viento.
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