“En el fondo del hombre
reside un poder de anhelar lo que transforma su niebla interior en un sol” afirma
brillantemente el poeta libanés Jalil Gibran (1883-1931), conocido sobretodo
por su hermoso libro “El profeta”.
El fondo: expresión usada a menudo para salvar nuestra buena
conciencia de juicios negativos. “En el
fondo es buena persona”, decimos; “muy
en el fondo…”, pensamos. Cuando alguien nos resulta más o menos
insoportable recurrimos al fondo. Así también con las cosas o las situaciones.
Generalmente usamos el fondo para justificar nuestra falta de aceptación de
algo que nos molesta, en el otro o en las cosas. En este caso es un fondo
bastante inútil.
En realidad – aunque usamos la expresión con segundas intenciones
y falta de autenticidad – le pegamos en el clavo: ¡dichoso amor que siempre nos
lleva por buen camino!
Es verdad, la única verdad: el fondo es siempre bueno. Ahí radica
lo que somos.
¿De que fondo hablamos?
Maestro Eckhart, uno de mis más queridos compañeros de viaje, lo
decía de esta manera: “nuestro fondo y el
fondo de Dios es el mismo y único fondo”.
¿Qué quieren decir Maestro Eckhart y Gibran?
Nuestro fondo es nuestra raíz, nuestra parte siempre sana, eterna
e inmaculada. Es el lugar del ser donde solo hay unidad, o mejor, lo Uno: Dios,
el Amor, la Vida. Cada cual lo llame como mejor le plazca.
Es el lugar donde la ola se reconoce como agua, la palabra como
silencio, las nubes como cielo despejado.
Es el lugar donde no hay separación alguna, de donde surgen las
distinciones como simple reflejo y manifestación de la infinita riqueza del
amor.
El fondo es el lugar
donde Dios y yo nos experimentamos por lo que realmente somos: Uno.
Es nuestra autentica identidad. Es nuestra Casa.
A este fondo hay que
llegar, desde este fondo hay que
vivir.
“Tocar fondo” en este sentido es lo mejor que nos pueda pasar. Y
lo doloroso que subraya la expresión “tocar fondo” tiene también su razón de
ser: para tocar y ver nuestro fondo eterno e inmaculado hay que pasar por
regiones de tiniebla, muerte, terror. A nadie se les ahorra este doloroso
camino interior.
Pero en este bendito fondo reside, como subraya el poeta, el
anhelo de Dios que es el nuestro: volver a la unidad deseada. Transformar
nuestra vida y lo que nos rodea en un sol. El anhelo transforma la niebla en
luz.
¿Cómo llegar al fondo? ¿Cómo vivirse desde este fondo esencial?
Hay muchos caminos. Por mi experiencia dos esenciales: anhelo y
silencio.
Sigan el anhelo. Escuchen con plena atención
el anhelo más íntimo de su corazón. Si están atentos y son sinceros se darán
cuenta que es un anhelo que va mucho más allá de los buenos deseos: ser feliz,
tener una buena familia, la salud, un buen trabajo, etc…
¿Qué hay atrás de todo esto? Sigan el anhelo hasta el fondo.
Silencio. No podemos conectar
con nuestro fondo estando en el torbellino de nuestros pensamientos y
emociones. Cuando todo se calla el fondo, que siempre estuvo ahí, aparece.
Es un ejercicio, una práctica espiritual. Es el camino
contemplativo, que hace más autentico nuestro amor y que purifica nuestra
visión.
En el fondo todos somos amor: ¡es cierto!
En el fondo todo está bien: ¡es también cierto!
En el fondo todo es amor: ¡sin duda alguna!
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