Hace poco, en el documental (recomiendo la visión) “Yo, libre. Un viaje al instante presente” escuché la frase: “siempre la vida está en su máximo esplendor”. Ya había visto el video varias veces y ya
había escuchado esta frase. Frase que esta vez resonó con más fuerza en mi
corazón.
La vida siempre está en su máximo esplendor. Es cierto: ¡Qué
maravilla! ¡Fantástico!
¿También cuando sufrimos, estamos confundidos, tristes o
agobiados?
Sí, sin duda.
La vida es siempre plena y total, aunque su manifestación a veces
toma matices que no nos gustan o, mejor, no comprendemos.
Como siempre es nuestra mente y su inercia compulsiva al juicio la
que no nos permite experimentar el máximo
esplendor.
El juicio sobre la vida y sobre como tendrían que ser las cosas
afecta sensiblemente nuestra visión. Vemos la vida y nuestro existir cotidiano desde
una perspectiva sumamente reducida y egotista. Nos perdemos el máximo
esplendor. Nos perdemos la belleza y la luz.
En realidad el máximo esplendor es la Vida misma. Vida que abarca
todo lo que existió, existe y existirá. Todos los cielos, todos los mundos,
todos los dioses. Todo suspiro, toda flor, toda sonrisa, todo amanecer. Todo
dolor, gemido, anhelo. Todo nacer y todo morir. Cada beso dado o retenido. Cada
sabor y olor. Cada sonido y aroma.
En este mismo y único instante la Vida está en su máximo
esplendor: mientras en un punto alguien experimenta tristeza, en otro punto
otro vive la alegría. Mientras el sol se oculta en un lado aparece en otro.
Mientras una pareja se está separando, otra está haciendo el amor. Mientras
alguien muere, otro nace. Cuando están talando un árbol, otro es sembrado.
Cuando una flor se marchita, un pimpollo está abriendo.
Esa Vida, siempre plena y total, se está manifestando en un punto
sencillo y concreto: tu existir aquí y ahora. Pon atención de donde surge tu
existir, más allá de las coordenadas concretas y los limites. Ahí radica el
máximo esplendor. A la raíz de la Vida eres Uno con todo. Eres Vida misma,
plena y total. Eres máximo esplendor.
Nos podemos experimentar de esa manera. Es posible. Más aún: es lo
único necesario.
Lo atestiguan todas las tradiciones espirituales de la humanidad y
cientos de maestros y sabios.
Es el camino de la interioridad. El camino de las preguntas
fundamentales.
El camino que pasa por el silencio, la quietud, la soledad.
El camino que pasa por la atención.
El camino que pasa por la entrega amorosa.
Personalmente no conozco otro.
Hay que reeducarnos. Desaprender para aprender de nuevo. Dudar del
pensamiento y estar atentos, sumamente atentos. La Vida se revela a la atención
y al cuidado.
Solo el silencio radical nos pone en contacto con la raíz de la
Vida, donde palpamos el máximo esplendor. Es el silencio atento, despierto.
Desde este contacto de donde surge la Vida se abre una visión
nueva.
Todo lo que vemos lo reconocemos como expresión de la única Vida.
Todo. Absolutamente todo.
Todo se vuelve increíblemente bello. Más aún: en su máximo esplendor.
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