El encuentro de Jesús con Zaqueo reviste una importancia
particular en los evangelios. Tiene mucho de simbólico más allá del
acontecimiento histórico.
Se puede tomar el relato – este hermoso encuentro humano – como un
ícono de lo que significa evangelizar.
Zaqueo es un ser humano despreciado, con mala fama, marginado por
la “buena sociedad”. Hay también buenas razones: sin duda no brillaba por su
honestidad.
Podemos tomar a Zaqueo como ícono de todo ser humano que – con
razón o sin razón – sufre desprecio, juicio, marginación, exclusión. También
como ícono de todo ser humano marcado la búsqueda del dinero, la comodidad, la
riqueza. El egoísmo en el fondo.
Nos podemos reconocer también nosotros: ¿Quién el algún momento de
su vida no si sintió despreciado o incomprendido, juzgado o excluido? ¿Quién no
tuvo que ligar con su tendencia al egoísmo, a la comodidad, a lo fácil?
En el fondo todos somos un poco Zaqueo. La buena noticia es que
también somos Jesús.
Reconocer al Zaqueo que vive en nosotros nos permite reconocer al
Cristo que somos.
Zaqueo, desde su condición muy concreta, se la ingenia para
encontrarse con Jesús. Zaqueo reconoce su bondad fundamental y su anhelo de
plenitud y sube a la higuera. Hay que dar pasos concretos cuando conectamos con
lo mejor de nosotros. Quedarse con el anhelo o los buenos sentimientos no nos
hace crecer. Hay que dar cumplimiento al anhelo.
“Hay amantes que se
conforman con el anhelo. Yo no soy uno de ellos” dice maravillosamente
Rumi. Zaqueo tampoco se conformó con el anhelo. Quiso ver a Jesús y se subió a
la higuera.
¿Cuál es tu higuera? ¿Estás usando tu creatividad para poder ver
al Amor?
¿Estás dando pasos concretos?
Jesús ve a Zaqueo. Siempre Dios te ve y te estás viendo. No con el
ojo controlador de la famosa imagen del triangulito. Dios te ve porque te estás
amando antes de que empiece tu búsqueda del amor. Dios te está viendo y te está
amando porque es la raíz misma de tu ser.
Zaqueo percibe la mirada de Jesús y se reconoce en él. Reconoce el
comienzo y la plenitud de su anhelo.
Y cambia vida. Solo la mirada transforma. Jesús en el fondo
evangeliza con la mirada. Mira bien, mira con atención, mira con amor, mira el
amor. No se evangeliza con doctrinas, catecismos, moral: estas cosas vendrán
después, a su debido tiempo.
Se evangeliza mirando bien.
“Todos murmuraban” nos
dice el evangelio. Quien no sabe mirar, quien no aprende a mirar, solo puede
juzgar desde su estrecha visión y cortos criterios.
Zaqueo y Jesús siguen su amistad y su camino. Siguen de pie,
firmes. Las criticas, los juicios y las incomprensiones no detienen a quien ha
visto.
La tiniebla no detiene la luz. Nunca.
Si has visto al Amor, ¿hay algún problema?
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