Siempre más me estoy convenciendo que una de las raíces de la
infelicidad y de los problemas de relaciones se centran en la autoestima.
El sufrimiento de una persona se debe en general a una escasa – a
veces casi nula – autoestima.
Esta escasa autoestima lleva a la ceguera, más o menos grave.
Quién no se ama distorsiona la realidad y ve todo a través del filtro de su
poco amor. Ahí empiezan los problemas.
Buena parte de la responsabilidad de este desastre – me atrevo a llamarlo así por las nefastas consecuencias
– recae sobre la iglesia. Por siglos hemos formado las personas a un estéril
altruismo, a una ideología del amor solamente centrada en el dar y en el hacer:
como si fuera posible amar genuinamente al otro sin haber descubierto antes el
amor y aprendido a amarse a uno mismo. Ahí radica también la paradoja: es más
fácil amar al otro que a uno mismo. Por suerte casi la totalidad de las
corrientes psicológicas y antropológicas modernas nos hicieron ver el brutal
fallo. Una sana vivencia del amor empieza por uno mismo.
Justo acá está la preocupación de la iglesia y del cristiano: ¿no
es que el amor a uno mismo se transforme en egoísmo? Justo este miedo llevó a
un puro activismo y exterioridad del amor. Pero, lo sabemos bien, actuando por
miedo no se llega a ningún lugar hermoso.
Cuando hablamos de autoestima hay que ser lucidos, justamente para
evitar malentendidos que tendrían un desarrollo fatal: hablamos del correcto amor hacia uno mismo. El
correcto amor lo podemos también identificar con una hermosa palabra:
aceptación. La aceptación radical de uno mismo corresponde al correcto amor
hacia uno mismo.
Quien se acepta total y radicalmente es aquel que se ama de la
forma correcta. Porque aceptarse es reconocerse como un don, como amor en el
fondo: soy un don. Un don de Dios a mi mismo.
Esta postura no tiene nada que ver con el egoísmo y el
individualismo, más bien, es la posibilidad de un verdadero amor hacia los
otros.
Entonces la autoestima de la cual hablamos no se refiere solo a una
cierta salud psicológica la cual es siempre frágil e inestable. Es una
autoestima más honda, que toca la raíz del ser. Es la autoestima de quien se
descubre Uno con el Amor, amor mismo. Descubierto eso, amar al otro es
consecuencia y será un amor sano, porque no será la búsqueda compulsiva de
llenar un vacío, sino la expansión de una experiencia.
¿Cuáles son los signos de una escasa autoestima?
Son muchos. Indico los principales.
1) Comparación. La persona con baja autoestima vive comparándose con los demás,
buscando aprobación y buscando sobresalir. Ya que no está bien consigo misma
busca afuera un poco de paz.
2) Incapacidad a un
autentico dialogo. La persona con baja
autoestima es muy insegura y se aferra a las pocas y a veces falsas seguridades
mentales que tiene. Salir de su mundo le provoca pánico.
3) Omnipotencia. En el ser humano siempre entra lo paradójico: la persona con
baja autoestima tiende a creerse mejor que lo demás. Ya que la relación consigo
misma es dolorosa o inexistente intenta superar este dolor y sanar su
autoestima creyéndose el mejor. Obviamente nadie lo reconocerá abiertamente: el
mecanismo es inconsciente. Reconocerlo sería el primer paso para crecer y
desarrollar una sana autoestima.
4) Queja. La persona con baja autoestima siempre se queja. Vive
constantemente cierta amargura más o menos encubierta. Viendo la realidad desde
su poco amor aplica afuera lo que experimenta adentro: escasez, tristeza,
dolor, soledad.
Todo esto explica la relación entre baja autoestima y ceguera. La
persona que no desarrolla un correcto amor hacia si misma y no va
descubriéndose como amor vivirá en una ceguera más o menos parcial o total,
directamente proporcional a su bajo autoestima: cuanto más baja la autoestima
más ceguera.
Esta ceguera, todos lo hemos experimentado, a menudo llega al
absurdo. Parece increíble la ceguera de algunas personas, como, saliendo de la
metáfora, un vidente no puede comprender lo que significa para un ciego no ver
la belleza de un atardecer.
Entre visión y ceguera hay un abismo difícil de colmar. Dos mundos
totalmente distintos.
¿Cuál es el camino?
- Caminar hacia el descubrimiento de nuestro verdadero ser. Desde la raíz se va sanando todo. Todos en el fondo estamos con baja autoestima: reconocerlo es el comienzo de la sanación.
- La ceguera no se cura a los golpes o con violencia: sería crear más tiniebla. Se cura poniendo luz. Hacia personas ciegas por su baja autoestima lo principal es poner luz. Ser luz para irradiar luz.
- Paciencia. Decirle a un ciego que es ciego y que se pierde la belleza suena a crueldad. El ciego espiritual no reconoce que es ciego hasta ver la luz. Simplemente estar. Una y otra vez, con paciencia, poniendo luz. Hasta que el fruto madure y se haga la luz.
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