viernes, 1 de abril de 2016

Por sí misma...

«El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha» (Marcos 4, 26-29).




Hace ya un tiempo que me enamoré de esta parabolita que Marcos pone en los labios de Jesús. Es una de estas parabolitas que en general pasan desapercibidas, como un trébol de 4 hojas en una pradera. Son solo 4 versículos y lo que sigue tuvo mucho más éxito: la parábola del grano de mostaza.

El miércoles compartí "el canto del pájaro", una invitación a la gratuidad. Esta parabola, conocida como "la semilla que crece por si sola" va en la misma dirección.

Es una parabola asombrosamente positiva: solo Jesús hubiera podido contarla. Jesús es el hombre despierto, el hombre que ve. Desde su visión nos comparte la luz. 

Con esta parabola Jesús nos tranquiliza: el Reino crece. Más allá de todo. Crece y no se detiene. Nada ni nadie detendrá su crecimiento y desarrollo. Afuera y adentro. 

¿De donde le viene a Jesús esta visión extremadamente positiva?

Como dijimos le viene de su experiencia del Padre, experiencia que en su núcleo es la experiencia de la unidad.
Jesús se sabe y se siente uno con Dios. Jesús, como todos los sabios y maestros de la humanidad, percibe la profunda unidad que todo sostiene y engendra.

Hay Una Vida divina - la podemos llamar Amor sin duda - que se está expresando y desarrollando en todo lo que es, en todo lo que existe y respira.

Todo, absolutamente todo, es expresión de esta Unica Vida.

Desde esta visión: ¿puede ocurrir algo malo? 
Todo lo que vemos y percibimos, adentro y afuera de nosotros, es expresión de este Unico Amor.
Desde ahí la gratuidad: crece por si misma
Desde este punto divino donde todo está brotando, que tu hagas algo o no hagas nada, no cambia absolutamente nada. Lo que quiere decir - entre otras cosas - que el "yo" individual es secundario, posterior a lo que lo sostiene momento a momento. Detrás de tu respirar Alguien te respira. 
El Amor sigue naciendo y expresándose, el Amor ya venció, el Amor es lo único que existe.

Puede cambiar algo en tu vida individual cuando te alineas con esta Unica Vida.
¿Como hacerlo? Contemplando la gratuidad. La contemplación de la gratuidad, adentro y afuera de ti mismo, te va transformando.
Te conviertes en lo que contemplas. Te convertirás en gratuidad y la gratuidad asumirá, por un rato, tu hermoso nombre.

¿Y la libertad? 
Nuestra libertad se desarrolla adentro de este amor y por eso es una libertad ya salvada. Tu decir "no" al Amor es dicho adentro del Amor mismo. "Si" y "no" son relativos. Lo único absoluto es el Amor expresándose.

Todo esto roza el Misterio. Jesús mismo lo reconoce: "sin que él sepa como". 
No lo comprendemos con la razón. Lo podemos ver y vivir.
El Misterio único e infinito del Amor no se comprende: es lo que somos.









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