En el tercer domingo de Adviento la Iglesia celebra la alegría. Se acerca la Navidad, se acerca la llegada del Salvador y la Iglesia desborda de gozo.
Las lecturas de la liturgia de hoy, especialmente la primera y la segunda, nos hablan de la alegría. El evangelio nos presenta la alegría a través de la imagen del esposo.
Quisiera hacer referencia especialmente a la segunda lectura, tomada de la carta de Pablo a los filipenses.
"Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús."
Es un texto fantastico, lleno de luz. Uno de mis preferidos.
La Presencia de Dios es fuente de alegría. "El Señor está cerca" lo podemos tomar no solo en sentido temporal, sino espacial: el Señor está aquí. La Navidad es justamente la celebración de la Presencia de Dios. Dios es el eternamente Presente. Cuando despertamos a Esa Presencia la alegría se convierte en nuestra forma de vida, más allá de los normales "problemas" y dificultades de la vida. Será una alegría profunda, como una nota musical de fondo que acompaña nuestro vivir. Descubierta la Presencia, nos daremos cuenta de nuestra común y maravillosa identidad: paz. La paz de Dios, "que supera todo pensar" es lo que somos. Somos Esa Paz. Tu eres Paz. Antes y más allá de tu nombre, tú eres Paz.
Esa Paz de Dios que supera todo, abarca todo, trasciende todo, es lo que somos. Paz es el verdadero nombre de la alegría, porque a veces puede que no sintamos la alegría, pero siempre podemos sentirnos en Paz.
Todas las veces que no percibamos ese Oceano de Paz que somos es un llamado a volver a casa, a nuestra raíz, a nuestra identidad: Dios.
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