"Cuando comprendemos la verdad de la incertidumbre y nos relajamos, nos volvemos libres"
Jack Kornfield
La incertidumbre es la gran compañera de toda nuestra vida. A menudo vivimos como si tuviéramos certezas, cuando en realidad las certezas no hacen parte de la aventura de la vida.
Ya que la certezas físicas y materiales se desvanecen más fácilmente, en general nos aferramos a certezas morales o espirituales, porque nos parecen más estables.
En un primero momento la vida se encarga de desmontar las seguridades materiales: bienes, cuenta bancaria, afectos, personas... basta poco para que se pierda algo material y también un afecto o una amistad. Cuando nos desilusionamos puede que ponemos nuestro deseo compulsivo de seguridad en realidades "espirituales": religión, oración, grupos y cosas por el estilo.
Con el tiempo la vida se encarga de desmontar también esto y cuando no lo aceptamos nos convertimos en amargados, tristes, quejosos.
Ni que decir que la incertidumbre va de la mano de la experiencia del morir: creemos que la muerte es algo lejano y vivimos como si esa experiencia no nos pertenezca. En realidad la experiencia del morir está siempre mucho más cercana de lo que podemos imaginar: cuantos conocidos murieron de un día para otro... pero siempre pensamos que "le toca a otro". Todos los días estamos muriendo y naciendo y no nos damos cuenta.
La hermana incertidumbre se manifiesta en todos los aspectos de la vida: hay que estar más atento para darse cuenta, conocerla, darle la bienvenida y apreciarla.
La incertidumbre es esencial a la vida, porque la incertidumbre permite el pleno desarrollo de Dios: su manifestación en infinitas formas. En la incertidumbre cabe todo, en la certeza cabe muy poco.
Cuando comprendemos lo esencial y la belleza de la incertidumbre dejamos de aferrarnos y apegarnos a lo que pasa y aprendemos a vivir desde lo eterno. Somos realmente libres, porque fluimos con la totalidad de la Vida.
Esta libertad plena la podemos llamar también felicidad.
Así que la incertidumbre que en un plano superficial nos asusta, en realidad nos conduce a la libertad y la plenitud.
¡Bendita incertidumbre feliz!
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