domingo, 20 de marzo de 2016

Lucas 22, 66a - 23, 1b-49.



Domingo de ramos: empieza otra Semana Santa. 
¿Será como el 2015 o el 2014?
Otra Semana Santa. Otro riesgo de vivir las realidades más hondas como una rutina. 

Se acostumbra a todo el ser humano. Normal y terrible a la vez.
Nos acostumbramos a la persona que amamos, a la luz de sus ojos y a su voz.
Nos acostumbramos a la sonrisa de nuestro hijo, a nuestro trabajo, a nuestras amistades.
Nos acostumbramos a ver la luz del sol y al florecer del ciruelo.
Nos acostumbramos a decir "te amo" y al sabor del tomate.
Obviamente nos acostumbramos a Dios, al mirar al Crucificado y a escuchar el evangelio.

La iglesia en el domingo de ramos nos propone el relato entero de la Pasión de Jesús. Quiere abrirnos una ventana de luz sobre este semana. En un relámpago se nos muestra condensada la profundidad de un amor.
Hasta al amor nos acostumbramos. Hasta al amor del Cristo en su Pasión.
Yo no quiero hermanos acostumbrarme al amor. No quiero acostumbrarme al escándalo de la Cruz y al sepulcro vacío.
Quiero ver cada instante como realmente es: nuevo, fresco, eterno.

¿Será otra Semana Santa que no producirá ningún fruto de amor renovado, de luz, de alegría?
¿Cómo hacer para que esta, esta única Semana Santa, sea realmente transformadora?
No hay recetas. Lo sé de sobra. 
Hay una actitud. Descubre todas tus cartas. No te quedes con algunas cartas guardadas como hacen los jugadores para ganar los partidos.
Juégatela. Entrega todo. En el amor no hay medias tintas. O todo o nada.
Poné todas tus cartas arriba de la mesa. Dios ya las conoce pero espera tu transparencia, tu entrega, tu coraje, tu disponibilidad.
Desnudo frente al amor, el amor te transformará.
Entonces todo será nuevo. Todo será luz. Todo será Cristo.
Será esta única y verdadera Semana Santa.


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