Hace
pocos días, en una reunión, escuché lo que tantas veces escucho: “el problema
es la ausencia de Dios.”
Estribillo
repetido en nuestra iglesia, nuestras programaciones pastorales, nuestra tarea
evangelizadora.
Quedé
sorprendido cuando, al escuchar la famosa queja, resonó con fuerza inaudita en
mi corazón la certeza opuesta: “la Presencia de Dios desborda por todos lados.”
Lo
sabía. Hace tiempo estoy convencido y vivo a partir de Esa Presencia.
Verlo
tan claramente y sentirlo casi físicamente me sorprendió y solo pude agradecer.
Si,
porque sé que es un don.
El
don que hay que pedir, descubrir, buscar es el don de la visión.
Decía
Albert Einstein que el mundo se puede dividir en dos: “los que viven como si nada fuera un milagro y los que viven como si
todo fuera un milagro.”
En
este caso me atrevo a parafrasear al amigo Albert: “los que viven como si Dios estuviera ausente y los que viven
desbordados por la Presencia.”
Como
aquel monje que preguntó a su maestro:
-
“¿Dónde
está Dios?”
y el maestro le contestó con otra pregunta:
-
“¿Dónde no
está Dios?”
En
realidad la Presencia de Dios – o tan solo y más bellamente “La Presencia” – desborda en cada
instante y cada acontecimiento.
Como
sugiere Jesús: “Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo
una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que
ustedes midan también se usará para ustedes.” (Lc 6, 38).
La
percepción de la ausencia de Dios es justamente una percepción errada que
encuentra su terreno fértil en nuestras carencias psicológicas y nuestro vivir
solamente en un nivel mental.
La
percepción y la visión de la mente son muy estrechas y limitadas: tiene la
carga de nuestro pasado, nuestra historia, nuestros limites.
Hay
que aprender otro nivel de percepción, que surge más allá de lo mental.
Callada
la mente, rayando el Silencio, escuchando atentos, sólo vemos Presencia.
Lo
comprobé una vez más estando atento a los detalles: un niño jugando a la
pelota, una familia tomando mate juntos, una pareja de novios mirándose con
ternura, un camionero lavando su camión, el viento entre los arboles, los
colores de la primavera, una sinfonía de Mozart, el florecer del ciruelo, la
llamada de un amigo, los deseos de amar, el sabor de una manzana, el placer del dormir, el agua de
la ducha, el pan y el vino de la Eucaristía… y también las incomprensiones de
las personas, el cansancio al anochecer, las búsquedas compulsivas de felicidad…
en el fondo de situaciones que nos duelen y parecen ocultar la Presencia, Esa
desborda poderosa como anhelo, deseo, búsqueda.
En
el corazón de cada cosa solo hay Dios: solo Presencia, pura Presencia, simple
Presencia.
¿Dónde
no está Dios?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario