miércoles, 25 de noviembre de 2015

¿Ausencia o Presencia?




Hace pocos días, en una reunión, escuché lo que tantas veces escucho: “el problema es la ausencia de Dios.”
Estribillo repetido en nuestra iglesia, nuestras programaciones pastorales, nuestra tarea evangelizadora.
Quedé sorprendido cuando, al escuchar la famosa queja, resonó con fuerza inaudita en mi corazón la certeza opuesta: “la Presencia de Dios desborda por todos lados.”
Lo sabía. Hace tiempo estoy convencido y vivo a partir de Esa Presencia.
Verlo tan claramente y sentirlo casi físicamente me sorprendió y solo pude agradecer.
Si, porque sé que es un don.
El don que hay que pedir, descubrir, buscar es el don de la visión.
Decía Albert Einstein que el mundo se puede dividir en dos: “los que viven como si nada fuera un milagro y los que viven como si todo fuera un milagro.
En este caso me atrevo a parafrasear al amigo Albert: “los que viven como si Dios estuviera ausente y los que viven desbordados por la Presencia.”

Como aquel monje que preguntó a su maestro:
-       ¿Dónde está Dios?”
y el maestro le contestó con otra pregunta:
-       ¿Dónde no está Dios?

En realidad la Presencia de Dios – o tan solo y más bellamente “La Presencia” – desborda en cada instante y cada acontecimiento.
Como sugiere Jesús: “Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.” (Lc 6, 38).

La percepción de la ausencia de Dios es justamente una percepción errada que encuentra su terreno fértil en nuestras carencias psicológicas y nuestro vivir solamente en un nivel mental.
La percepción y la visión de la mente son muy estrechas y limitadas: tiene la carga de nuestro pasado, nuestra historia, nuestros limites.

Hay que aprender otro nivel de percepción, que surge más allá de lo mental.
Callada la mente, rayando el Silencio, escuchando atentos, sólo vemos Presencia.

Lo comprobé una vez más estando atento a los detalles: un niño jugando a la pelota, una familia tomando mate juntos, una pareja de novios mirándose con ternura, un camionero lavando su camión, el viento entre los arboles, los colores de la primavera, una sinfonía de Mozart, el florecer del ciruelo, la llamada de un amigo, los deseos de amar, el sabor de una manzana, el placer del dormir, el agua de la ducha, el pan y el vino de la Eucaristía… y también las incomprensiones de las personas, el cansancio al anochecer, las búsquedas compulsivas de felicidad… en el fondo de situaciones que nos duelen y parecen ocultar la Presencia, Esa desborda poderosa como anhelo, deseo, búsqueda.

En el corazón de cada cosa solo hay Dios: solo Presencia, pura Presencia, simple Presencia.

¿Dónde no está Dios?






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