El evangelio de este domingo nos presenta la multiplicación de los panes que nos relata Juan.
Más allá de la historicidad del acontecimiento y su carácter simbólico intentamos descubrir su significado y su mensaje para nuestra vida. El evangelio - leído correctamente - es siempre un mensaje de vida y plenitud para nuestro presente.
Y justamente Juan nos presenta hoy a Jesús como fuente y origen de plenitud: "llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron...".
El Amor siempre sobra, nunca falta. Siempre está a disposición. Siempre hace acto de Presencia.
Pero, paradójicamente, lo que experimentamos a menudo es la carencia. Nos sentimos hambrientos y necesitados como la gran multitud del evangelio de hoy.
Nuestra vida se desarrolla normalmente entre estos polos: nos percibimos carenciados (de cosas, afectos, seguridades, relaciones...) y anhelamos la plenitud.
Cuando nos abrimos al Cristo Viviente aparece el milagro: nos descubrimos desbordados por la plenitud. El Amor nos envuelve y acaricia por doquier.
Siguen las necesidades normales de nuestra aventura humana: comer, descansar, amistad, cariño. Pero ya no las vivenciamos desde la carencia, sino desde la Plenitud que nos define.
Somos Amor que se experimenta y expresa también a través de las limitaciones.
Lo ilimitado se manifiesta y se regocija en lo limitado: el Universo contenido en cinco panes y dos pescados.
La plenitud es lo que somos, la carencia lo que experimentamos. La plenitud es nuestro autentico Ser, la carencia se experimenta solo en el plano físico y psicológico.
Adelante entonces: descubriendo agradecidos al Amor desbordante y aprendiendo a vivir nuestras limitaciones desde Ese Lugar hermoso.
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