domingo, 9 de agosto de 2015

Juan 6, 41-51



Seguimos en el capitulo 6 de San Juan, todo dedicado al tema del pan.

Unas simples pistas para nuestra reflexión y sobre todo, nuestra vivencia.

Juan nos advierte - usa dos veces la expresión en el texto - que murmuran de Jesús.
¡Cuanto mal hace la murmuración! No logramos salir de ella, parece que está apegada a nuestra humanidad.
¿Por qué se murmura? Las raíces son muchas: baja autoestima, envidia, celos, heridas afectivas, etc...
Una de las claves, sin embargo, me parece que está en la falta de comprensión.
Se murmura, se critica, se juzga porque no hemos comprendido al otro. En el fondo no lo conocemos, no sabemos nada profundo del otro.
Los judíos murmuran de Jesús porque no comprenden como alguien "tan normal" y cotidiano pueda hablar de Dios como habla y pueda atribuirse una cercanía tan increíble con la divinidad.
Nos pasa a menudo: ¿cómo está persona que conozco hace tiempo - sé donde vive, conozco su familia - puede tener algo tan lindo? ¿Cómo puede ser tan linda persona? ¿Podrá salir algo bueno de este? Preguntas que, consciente o inconscientemente, siempre están ahí.


Hacemos un paso hacia lo central del mensaje: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo".
Como siempre, y especialmente en Juan, hay que desentrañar lo simbólico y metafórico para llegar al mensaje; mensaje para nuestra vida aquí y ahora.

¿Que hay detrás de las imágenes del cielo y del pan
¿No estará el Misterio último de lo Real? 
Todos entendemos instintivamente que "cielo" no puede ser tomado literalmente. 
En efecto por "cielo" podemos entender el Misterio de Dios que nos trasciende completamente. Misterio de lo Invisible que funda lo visible. Misterio que nos sustenta, nos crea a cada instante, que es el aliento de todos los alientos. Misterio que no podemos abarcar y atrapar con nuestros criterios y nuestros - aún más - limitados conceptos mentales. 
Jesús viene de este Misterio, sabe que su raíz - y la nuestra - es esta. Y nos la comparte. ¡Gracias Jesús!
Por "pan", en cambio, podemos entender toda la realidad manifiesta, lo que vemos y experimentamos en nuestra vida diaria: interiormente y exteriormente. Jesús nos dice: "yo les revelo que en realidad todos somos lo mismo y venimos de lo mismo. Todos somos expresión (pan) visible del Misterio Invisible (cielo).

Lo que Jesús es, lo somos todos: es lo que los místicos cristianos llaman el "Cristo interior". Este es el sentido más profundo del Misterio de la Encarnación: en Cristo es asumida la humanidad. No simplemente "tu" y "yo".
Javier Melloni lo expresa de esta manera: "Jesús es plenamente Dios y hombre, y eso es lo que somos todos. El pecado del cristianismo es el miedo; no nos atrevemos a reconocernos en lo que Jesús nos dijo que éramos."
Y Maestro Eckhart dice: "Todo lo que Dios Padre ha dado a su Hijo unigénito en la naturaleza humana me lo ha dado también a mí; de ahí no excluyo nada, ni la unión ni la santidad, sino que me lo ha dado todo como se lo ha dado a él."
Para cerrar podemos afirmar con asombro que la Eucaristía que celebramos no es sino la altísima y bellísima expresión de lo que somos.

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