domingo, 23 de agosto de 2015

Juan 6, 60-69



"Tu lenguaje es duro" se quejan los apóstoles con Jesús. "No te comprendemos". ¿Cuantas veces no logramos comprender? No nos comprendemos a nosotros mismos, no comprendemos a los demás, no comprendemos a Dios. En realidad lo mismo. No hay separación: somos Uno. La compresión de un aspecto lleva a la comprensión del otro. Por eso es tan importante el conocimiento y la comprensión de uno mismo. ¿Me conozco? ¿Me comprendo en profundidad? ¿Comprendo al otro en profundidad?
Para los budistas la falta de comprensión es la raíz del sufrimiento. Tan importante es. Los cristianos podemos sin duda afirmar lo mismo, ya que comprensión y amor son las dos caras de la misma medalla.

Cuando logramos ver la profunda unidad que subyace a todo eso, nuestra búsqueda compulsiva de paz y felicidad se detiene. Nos damos cuenta que las "palabras de vida eterna" que Jesús nos regala ya están en nosotros. Más aún: somos Esa Palabra de Vida. Cada uno, cada ser viviente, cada piedra, cada flor es una palabra de vida. 
Me descubro Uno con Dios. Me descubro Uno con la realidad. Me descubro como expresión única de Esa Palabra. Puedo vivir agradecido y en paz. Puedo dejar que Esa Palabra se desarrolle en mí de manera única.

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